Su mirada color esmeralda
me provoca dolor de espalda.
Su altura es diminuta,
no supera una batuta.
¡No puedo más!
¡No sé qué hacer!
Mas no sé cómo volverla a tener.
Sin ti mi corazón no respira,
las palabras no son lo que eran…
Para, detente, escucha, mira,
mis ardientes labios esperan.
Manuel Ballester (4º ESO)
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